lunes, 19 de diciembre de 2011

Amor en vela - Primera entrega


Un retazo de luna asomó entre las rendijas de la antigua puerta de entrada del colegio, aquella que daba a la avenida recién asfaltada. Era de día, pero un lienzo de la noche, su cabello, alteró el orden del mundo, mi mundo. La gruta sin virgen (frente a su salón y el mío) quiso mirarla, no pudo. El árbol de moras mudaba de hojas y de frutos, el otoño llegaba con destellos luminosos de un sol que se resistía a morir aquella tarde. Los profesores ausentes, los recreos interminables, las huelgas indefinidas, las pelotas de trapo, la chapas y botellas, los apanados, las risas y burlas, los pantalones abajo, lornas distraídas…todo se detuvo en el nombre del tiempo, en el nombre de ese retazo de noche que era su cabello, esa sonrisa furtiva y ojos enormes que atraían al ingenuo, cada infinito detalle sólo medible por la eterna línea numérica de racionalidades e irracionalidades, todo y nada al mismo tiempo se congelaría un breve instante, una foto instantánea suficiente para poder describirla…un poco nada más.

El carnaval de risas, Sandra, Patty, Mónica, sabe Dios quien más. Es el salón de segundo “A” de educación secundaria. Te está mirando, le dicen. ¿Me mira? Pienso. Quizá mis pantalones remendados, mi camisa sucia y la chompa en la cintura porque, una vez más, se ha roto jugando pelota. Habla Ayala, un partidito ¿quieres jugar? No gracias. ¿Ayala? ¿Estás bien? Si carajo, estoy bien. Pero no, no estás bien, la estás mirando, te puede enceguecer mirar directo al sol, mucho ya, detente, das roche Ayala, te dice tu conciencia, no, es Grajeda, bueno, casi lo mismo. Habla Ayala, ¡Vamos a jugar! No molestes Grajeda, ¿Qué te pasa? No sé (sí sabes, un retazo de noche te ha capturado, te ha puesto melancólico por primera vez desde...mejor no recuerdes). Habla pues. Déjame. Ya pues Ayala, ¿a quien miras? ¿a la narizona? Silencio, rubor, sonrisa. No es narizona huevón, es su nariz respingada. ¿Respin…qué? Hablas huevadas Ayala. Tú no sabes, déjame un rato (déjame mirarla para poder escribir de ella después). ¿Te está mirando? Parece. Vamos Ayala, das pena. Silencio, sonrojo, sonrisa, ella está mirando ¿estaré peinado? ¿Quién soy para que me mire? ¿Me bañaré mañana? Tal vez, puede ser, mejor no.

Grajeda ¿Cómo se llama? Para qué quieres saber. Habla pues. Si sé, dame cincuenta. No tengo plata. ¿Te gusta? Sólo dime su nombre (te lo suplico, ¿no ves mis ojos? Pero no te lo digo, rogar es de maricas). Una china. Que payaso eres mierda (Vamos amigo, eres el único amigo que tengo, pero no te suplico, quiero saber su nombre, es tan bonita como las palabras pueden describirla, como los árboles retorcidos que acogen los recién enamorados del parque Olimpo, pero no te ruego, date cuenta que no te ruego, bueno, que mierda, sí te ruego). Una china para el vicio (Super Soccer, no Street Fighter porque soy malo jugándolo) y te digo. Puta madre, no tengo plata, mañana te doy (mañana robo el vuelto del mercado). No, entonces mañana te digo. Ya ya, una china. Espérate un rato. Yo la miro, Grajeda no va hacia ella, se mete entre los salones, pasa por el patio, las escaleras. El auxiliar no está, entra, ha sido brigadier, sabe por donde entrar y por donde salir. Se mete el miserable a la oficina, revisa la lista de asistencia, corrobora, nadie lo ve, lo van a pescar, tiene lentes, parece chancón y nadie sospecha que sabe robar (veinte cajas de tiza en su casa, palos de policía escolar, lapiceros, cartucheras, de todo un poco). Caray, tengo que mirar a los dos lados. Puta madre, mejor voy a ayudarlo, es mi pata, el único que tengo, el que me cree las mentiras, con el que juego en el vicio, no te muevas Grajeda allá voy. Ya vengo, retazo de noche, no me tardo, síguete riendo, sigue mirando entre las rendijas (tengo miego, Grajeda nunca). Volteo, me voy a ayudarlo. El retazo de noche y sus amigas entran al salón, ha venido un profe ¿quién será? Grajeda sale de la oficina del auxiliar, victorioso, invencible siempre, amigo, avaro. Dame otros cincuenta. Pero es mi pasaje. No te digo. Miserable, toma. Comienza con “K” y termina con “N”. Puta madre Grajeda, ya te dí un sol (todo mi capital, mis ahorros, eran para el pinboll antes de llegar a casa). Acompáñame al vicio y te digo, pero no tengo permiso (mi viejo me sacaría el ancho, ¿qué le invento?). Mañana te digo. Ya pues Grajeda, dime. Ya ya, adivina pues ¿Kavin? ¿Kenin? Lo acompaño a su jato, no, a la casa del pasaje donde nos esperan los televisores, el supernintendo y los cartuchos. Pide Top gear 2, los carros, hay que apuntar las claves, no es mí día, hoy no quiero jugar, no hay reto, Grajeda se aburre, pasamos Australia ¿Kanin?, pasamos Canadá ¿Karina? Pasamos Gran Bretaña ¿Karnín? Allí nos quedamos. Tiempo, se terminó la hora, cóbrese señora. Dan las siete ¿qué le digo al viejo? De repente no está, hoy es viernes, se ha ido a tomar, seguro. ¿Y mi mamá? En la iglesia seguro, cantándole a Dios. Mi hermana me salva, ojalá esté con su enamorado, así no cubrimos, no nos traicionamos, nos escondemos. Grajeda ¿estás asado? Si pues. Ya, dime quien es. Adivina pues…ja ja ja. Mañana te doy otra luca. Pero es fácil pues Ayala. No sé pues….dime.

Karín…se llama Karín

Grajeda entra a su casa. Es de noche, mi viejo no llegará hasta las once, mi madre tiene vigilia, es viernes. Mi hermana tendrá a su enamorado todo el tiempo que dure la sed de sus labios. ¿Excusas? No se me ocurre nada, quiero que sea mañana, no, ¡fin de semana! ¿hasta el lunes? Que largo, maldita sea, me digo. Es bonita, me repito. Las veredas se vuelven demasiado peuqeñas, la alfombra de asfalto acaricia mis zapatos, está nueva. Tanto que pensar e imaginar, tanto que soñar despierto, todavía no existen las combis asesinas, el asfalto de las pistas sigue intacto, no hay tantos carros aún. Camino por los puquinas, me acoge el tanque de agua, me siento entre sus piernas de cemento, pienso un rato, sigo caminando ¡tenía otros cincuenta! La tienda de la bajadita antes del pasaje camino a la canchita 24, seño, un Sorrento, sesenta, ¿qué tiene de cincuenta? Chocolate Winter. Deme uno. Como el chocolate, ¿qué me pasa? Tengo ganas de sentarme en el murito de la canchita, es de noche ya, es tarde, me van a pegar ¿importa? No mucho, no creo que estén. ¿Me habrá mirado? ¿Se llamará Karín como dice Grajeda? Es un retazo de noche, pero la oscuridad está completa ahora ¿y ella? ¿Dónde está? ¿Dónde vivirá? ¿Cómo converso con ella? ¿Qué hago para que me vea? Es bonita, ¿hay más palabras para describirla? Difícil, no conozco muchas, ¿un poeta por allí? Tal vez ¿un libro en casa? Ojalá, pero todos son de aventuras. Algo que hable de ella, algo que diga que se parece al sol, que su cara es redonda como la luna, que todos la miran y callan para que el viento la corteje, que alguna relación hay entre la brisa de esta noche que mece los árboles y su forma de mirar y sonreir. Necesito palabras, no las tengo, ¿amor? Muy fuerte. ¿Querer? Muy pronto ¿amistad? Muy básico. ¿Me gusta? Mucho, eso es, me gusta, la quiero porque me gusta, me gusta porque la quiero. Un retazo de noche, no se me ocurre nada más, como las telas que usa mi mamá, mi abuela, esos retazos de tela negra con que zurcen los viejos manteles de la iglesia. Pero ella no es un retazo de noche porque la noche esté gastada, es un retazo de noche porque la noche es hermosa y triste como lo son sus cejitas que se intimidan ante sus agudos ojos redondos. Pero es también un retazo de luna, ¿cómo así? Por su sonrisa, por lo redonda de su cara ¿se puede explicar? Sólo basta decirlo, sólo basta decir que es un pedacito de luna que se queda en la mañana para molestar a la noche, pero ella es noche alegre, la de la cena, la de los padres que se sientan con los hijos, la de Navidad (esa que no conozco). No es mi noche de madrugada en la que permanezco acompañado de una grabación de música andina cristiana, no es la noche de madrugada donde escribo cuentos raros, creo personajes, elaboro campeonatos mundiales donde siempre Perú gana la copa del mundo. No, ella es noche que cobija, que sonríe; es luna que atesora un poco de sol para brillar por encima de la tristeza; es luz que se esconde, que se vuelve en sí misma para ir a buscarla ¿Buscarla? No, no puedo. No es posible, ¿hablarle? ¡Jamás! Todo se queda conmigo. No, no, hay que hablarle, decirle algo mañana, ya es tarde. Me que quedado en el parque mucho tiempo, ¿importa? No esta vez ¿y los árboles? Por alguna razón, ahora puedo contar las hojas sin desesperarme.

-          Señor, disculpe ¿qué hora es?
-          Un cuarto para las nueve.

El reloj ha marcado mi sentencia, llegaré muy, muy tarde hoy, ¿qué excusa ahora? ¿Grajeda? ¿Papá, estoy enamorado? Ni hablar.

Mamá debe estar en la Iglesia, iré a buscarla

domingo, 18 de diciembre de 2011

EL RETO


-          Acércate.

Sandra miró a Chovy fijamente, trazó una sonrisa enamorada y esperó que la tomara de la cintura. El parque estaba ya desocupado y la noche jugaba con las tenues luces de los postes que alumbraban mediocremente el parque Olimpo. Una vez más, se iniciaba el juego de seducción que tenía ya tres meses y mantenía en suspenso a todo el colegio. Ella, la más popular, deseada e inalcanzable. Él, capitán de la selección de fútbol, líder de su salón y seductor por esencia, parecía haber encontrado en Sandra el reto que pudiera aplacar su afán de conquistador invicto.

Y es que nadie podía jactarse de haber besado a Sandra, muchos lo habían intentado por todos los medios, desde las interminables caminatas hacia su casa (a veinte cuadras del colegio) hasta amenazas, súplicas y ruegos. Uno a uno habían sucumbido, desde aquel chico de ojos azules y tez clara, hasta el temible Chino, quien con amenazas y un cuchillo quiso arrebatarle un beso para luego celebrarlo como una victoria jamás lograda. Los relatos se multiplicaban, las historias se repetían, siempre se hablaba de un nuevo fracaso, de una reciente derrota, de un sufrimiento intenso, pero esta vez la situación era distinta, ya no era algún temerario pero ingenuo adolescente, tampoco algún matón colegial que con amenazas lograra la tan ansiada presa, se trataba de Chovy, el invencible Chovy.

Su primera victoria y el inicio de su liderazgo iniciaron cuando venció a Luis Galarreta en una pelea en el parque del colegio. Galarreta tenía el respeto de todos y era considerado el jefe del salón durante la época de primaria, había vencido a casi todos (incluso algunos de secundaria) y estaba siempre dispuesto a desafiar a cualquier profesor, quienes habían roto tres reglas en sus manos. Sus victorias eran memorables, hasta Chovy. Aquella vez, la pelea pactada no pasaría de algunos forcejeos y tumbadas, quien cayera al piso primero sería el vencedor. Galarreta no tenía razón para pelear, era un simple “chócala para la salida” que podría haberse olvidado al finalizar las clases, pero él insistió.. Llegado el momento, todos se dirigieron al espacio sagrado donde se definía a golpes o empujones quien lideraría el salón, claro, batalla librada siempre por los más altos y más viejos, en este caso, Chovy y Galarreta.

La batalla fue breve, tres intentos para derribar a Chovy y tres rotundos fracasos de Galarreta. Chovy no hacía mayores esfuerzos, se reía pensando que Galarreta jugaba, pero todo se ponía cada vez más serio, dos intentos más acabaron en otros dos fracasos. De pronto, el tercer esfuerzo terminó en una experiencia nueva en el aprendizaje de las peleas para quienes miraban, un contundente puñete en el ojo izquierdo a Galarreta, que terminó por cerrarle el ojo.

-          ¡Vas a ver, le voy a decir a mi hermano!

La frase imperdonable le hizo perder perpetuamente el respeto de todos. Chovy intentó pedir disculpas, intentó decirle que todo era un juego, pero Galarreta ya no fue el mismo, dos semanas después, quitado de su soberanía en el salón, se fue del colegio.

Desde entonces, todos se pusieron alrededor de Chovy, inició su carrera de aquero invencible, de capitán de la selección colegial y de conquistador; pero siempre de manera furtiva, prudente; hacía amigos y derrotaba enemigos en silencio, sin muchos gritos, con buenas formas y bellas palabras. Supo proteger a quienes lo necesitaban, supo ser abusivo cuando era necesario, nadie se metía con él, no se metía con nadie. La victoria de Sexto de primaria se prolongó hasta cuarto de secundaria, año en que el tan esperado encuentro con “la más rica del colegio”  se haría realidad.

Sandra pasó intempestivamente de ser la “boca de llanta” a la “inconquistable”. De formas menudas en la infancia, su cabello azabache creció en silencio junto con la silueta de su cuerpo. Fue en segundo de secundaria donde una pantaloneta y un polo apretado determinarían para siempre la imagen femenina hacia el carnaval de hormonas masculinas. Todos la buscaron, afanaron, pretendieron, amenazaron. Se hicieron peleas en su honor, se formaron bandos, líderes de pandillas dentro del colegio competían entre sí para estar junto a ella, pero el victorioso en las peleas siempre fracasaba en la declaración. Fue de su madre quien aprendió respuestas como: “eres un buen amigo”, “soy muy pequeña para tener enamorado”, “no quiero perder tu amistad”, “no puedo descuidar mis estudios”, etc. Mientras su fama se extendía, el mito de su virginidad de labios se convertía en un bastión inexpugnable.

Tras la derrota de todos los pretendientes, apareció Chovy. El encuentro coincidió con una jornada deportiva organizada por otro colegio y a  la cual el “Toribio de Luzuriaga” había enviado una delegación. El ritual de las presentaciones se realizó en uno de los momentos de descanso, organizado por amigos y amigas de Chovy y Sandra respectivamente. Después,  las conversaciones se generaron por medio de excusas, aunque siempre eran difíciles dado que ella estaba en la sección “A” y él en la “C”. Esto fue resuelto por medio de justificaciones generadas por terceros, un cuaderno, un lapicero olvidado, una tarea incompleta, un examen, etc. Lo peculiar de Chovy es que sus excusas sonaban a justificaciones reales y nadie podía determinar que estuviera enamorado o afanando a una chica, su imagen jamás se dañaba, de esto se encargaban sus amigas y amigos a cambio de protección y popularidad. Nadie se atrevió a decir que Chovy estaba afanando a Sandra, no, él era un amigo o buscaba alguna ayuda en cualquier tarea inventada.

Bastó un mes para que Chovy le confesara a Sandra lo linda que era, bastaron dos días para que ella le dijera lo bonito que la trataba. La noticia corrió por todo el colegio, cada rincón de las aulas tenía esto como noticia. De pronto se especulaba, se hablaba de que ya eran enamorados, novios, que estaban próximos a besarse, que ya habían jugado con sus labios. ¿Estaría vencida Sandra?, Chovy parecía entregado de una vez por todas a una chica de manera formal, pues hasta entonces todo había  sido superfluo.

Sandra miró una vez más a Chovy, dejó que sus manos tocaran su cuello y cogiera su cabello. Era lo más lejos que él había llegado. Habían jugado una y otra vez al perpetuo ritual del beso en la mejílla o del “pídemelo tú”. Ambos sabían lo conocidos que eran, lo populares, lo envidiados, Entre los dos se entabló una guerra fría, ninguno quería dar el primer paso, ser el vencido. Las conversaciones del colegio se convirtieron en apuestas, las chicas decían que si Chovy besaba a Sandra, este habría sido finalmente derrotado, los chicos del colegio aseguraban que si Sandra lo besaba, ella habría sido finalmente vencida. La batalla silenciosa empezó entre ellos, Chovy no quería perder su fama de ganador, Sandra temía perder su imagen de “Incosquistable”. Ambos establecieron una serie de escaramuzas amorosas que se prolongaban en llamadas telefónicas interminables, visitas extensas, cartas inquietas y caminatas de la mano que terminaban en una despedida fríamente explicable.

Pero la noche aquella de luces hipócritas definiría de una vez por todas el resultado. “Hoy será”, había dicho Chovy. “Hoy será”, había dicho Sandra. Todo el colegio quedó en no visitar el parque aquel día, se lo dejarían, porque la incertidumbre generaba fastidio, ansiedad, aburrimiento. Chovy inició la caminata con anécdotas divertidas, con poesías de Pablo Neruda y algunas creaciones propias. Sandra lo escuchaba amablemente, sorprendida de la dureza de sus músculos, la anchura de su pecho, la dureza de su espalda y el contraste inexplicable del buen trato de sus palabras. Los rituales se prolongaron mientras caminaban de la mano sin saber si ya eran enamorados o no.

-          Es tarde, ya debo irme

El reloj de Sandra marcaba las siete de la noche, límite para una mentira complaciente a su padre.

-          Acércate.

Sandra lo miró directo a los ojos, sonrió levemente, miró la valiente cicatriz de Chovy, la que llevó campeón al colegio en la primera fase del torneo inter-escolar, la acarició con sus níveas manos. Tomó su nuca para acercar sus labios, Chovy decidió entregarse, ceder, bajar la guardia y olvidar las apuestas, confiarse un instante por entero al acto gratuito que Sandra le otorgaba y del que se había prometido, no hablaría jamás.

-          Adiós

Sandra esperó que los labios de Chovy estuvieran a un centímetro de distancia, para luego girar bruscamente  e irse a casa, caminó a paso ligero con los cuadernos abrazados, una luz moribunda de un poste terminaba por sucumbir al desgaste, Chovy la vio alejarse, retirarse sin chance alguna. Su orgullo lo obligó a no perseguirla, a no cumplir el rol patán de sus predecesores. Vencido, esperó que su silueta se alejara en el horizonte, intentando encontrar una explicación que sirviera en ese instante y al día siguiente.
A media cuadra de casa, Sandra sintió el deseo inexplicable de reír a carcajadas.

EL NUEVO



No cruces la línea.

Patty dibuja con firmeza un trazo que separa la carpeta bipersonal. La han sentado con el nuevo..!wuuuu…! Burlas….¡wuuu……! ¡Cállense o palo les va a caer! Si profesor. Salón de madera, muy cerca a una campana que ya no suena para anunciar el recreo o los cambios de hora ¿oe Mendoza cuánto falta para el recreo?  Patty remarca la raya que separa al nuevo ¡este es mi lugar y ese el tuyo! ¿Entiendes?...¿Ayala no? Me llamo Michael ¿Eres Ayala o no? Soy Michael. Eres Ayala. Soy Michael. ¡Acá nos decimos por nuestros apellidos! ¿Y nuestros nombres? ¡Con nuestros apellidos! Está bien, dime ¿Te puedo decir Pato? ¡NO! Pero es que Patty y Pato se parecen ¡No soy Pato, soy Patty! ¿Segura que no eres Pato? ¡Profesor, Ayala me está molestando! Ayala, pórtate bien o palo te va a caer. Si profesor, pero ¿Qué palo? Cállate Ayala. Si profesor.

¿Patty?. No me digas Patty, soy Tume. Vengo del San Antonio de Salamanca. No me importa. Mi mejor amiga era Rosita. No me importa. Ya no la veré porque me cambié de colegio. No me importa. ¿Cómo se llama tú mamá? Qué te importa ¿Podemos ser amigos? No me importa.  ¿Cuántos años tienes? Qué te importa ¿Te gusta estudiar? No sé, qué te importa. Dicen que eres la más inteligente. No me importa, cállate que van a tomar lista. ¡Angulo!, ¡Aquino!, ¡Arias!, ¡Ayala!…¡Se dice presente Ayala! ¿Quién es Ayala?..tú pues sonso…eres el número cuatro, no te olvides. Gracias Patty ¿ya somos amigos? No, cállate que ya me toca. ¿Tume?..¡Presente profesor!  Sonrisa de chancona,  cuadernos, siempre ordenados, márgenes perfectos,  vinifan brillante y color amarillo que siempre  se impone entre sus útiles. La tiza ¿de dónde la  sacó? Remarca la línea cada vez que sentía que se borraba. ¡Te he dicho que no cruces! Pero Patty. ¡No soy Patty, soy Tume! Disculpa Pa….Tume. ¿Tienes el horario? No, no te presto. ¿El profe me lo puede dar? No, no puede. Está bien, ¿Cuántos años tienes? Qué te importa. ¿Estás molesta? Claro que estoy molesta ¿Y por qué? ¿Tú eres sonso o te haces? ¿Me hago? No entiendo. Las mujeres se sientan con las mujeres, los hombres con los hombres, y yo me tengo que sentar contigo. Ah, ya entiendo. Pero ¿estás molesta? Uyyy…que bruto ¡claro que estoy molesta! Profesor, cámbieme de asiento. No Tume, pero profesor… a su asiento Tume, pero profesor….¡a su asiento Tume! Ya vez sonso, ya me gritaron. Pero yo no sabía Tume. ¡no te pases de la línea! Esta bien, está bien. ¿y a qué hora es el recreo? A las 10:00am. ¿y tu mamá te viene a recoger? No. Mi mamá tampoco ¿siempre has estudiado aquí? No lo sé. ¿No te acuerdas? No ¿Qué curso más te gusta? Todos. ¿Pero uno en especial? No. ¿Los que se sientan adelante son los más inteligentes? Si. ¿El profesor pega con su regla a los alumnos? Si. ¿Pero eso se puede? Si. ¿Y tienes hermanos? No. ¿Tienes amigas? Si. ¿Quiénes son? Nuria. ¿Tienes otras amigas? Ella es la mejor. ¿Dónde está? Sentada detrás de nosotros con Jesús. ¿La puedo saludar? Si quieres. Hola Nuria. Hola Ayala. ¿Cómo estás? Bien pero voltea que el profesor no quiere que conversemos en clase. Está bien. Tume ¿te puedo decir Patty? No. ¿Por qué? Porque no te he dado confianza. ¿Sigues molesta? Si. ¿Por qué? Uyyy…..¡no te das cuenta que eres un preguntón de m….! ¡Tume! Profesor disculpe ¡Venga para acá Tume! Pero profesor ¡Venga para acá! Disculpe profesor, no lo vuelvo a hacer. Estira tus manos Tume..profesor no lo vuelvo a hacer…¡estira tus manos!…reglazo, llanto. Anda a hacer tus tareas, si profe. Disculpa Tume, ya no llores. ¡Cállate Ayala me tienes harta! Pero Tume, ya no llores. ¡Por fin recreo! Nuria ¿vamos a comprar? Si claro. ¿Vienes Ayala? No, el no viene Nuria. Ya Patty no reniegues ¿Patty? ¿No era Tume?. Ella es mi amiga, tú no. ¡Ayala, vamos a jugar pelota al recreo! Ya pues. Ese Ayala ¿bien creído no? Colegio particular, lonchera, maletín. Jesús también tiene plata y no dice que tiene plata, Ayala siempre dice que es millonario, que fastidio. ¿Vienes Ayala? Vamos a jugar al recreo ¿está bien? Si vamos.

Nuria ¿se fue Ayala? Si Patty ¿es buena gente no? Es insoportable. ¿Bien preguntón no? Ja ja ja. ¡uyyy…es odioso y trae su lonchera como un bebito! Ja ja ja. ¿y es creído? Si, bastante. Ya no quiero hablar, vamos que se va terminar el recreo…